26 de agosto de 2019
Ese pueblo, casa del manglar y una fábrica de aburrimientos
A donde sea que mire, hay un atardecer; pero sólo aquí está la bahía,
con los secretos enredados entre sus manglares.
Y esa resbaladilla que desemboca en la nostalgia de un agua en la que nunca te bañaste,
gris y transparente; como las cosas que nunca hiciste, pero deseaste.
Caleidoscopio, la luz de las velitas de cada año.
Llovían dulces sobre todos,
mientras rían y gritaban,
ojos y manos abiertas que aún no sabían de propiedad privada.
2
Todo pasa tan lento una vez que termina, pero es muy rápido.
La velocidad, gran ficción.
Esas casas abandonadas y destartaladas,
con la marca de todos los huracanes,
allí bebíamos el tequila que nos vendían;
las cruces que rompimos y con las que nos masturbamos,
para después correr y caer agotadas,
de rodillas,
frente a un hombre que encubrió a otro hombre, que creyó en otro hombre, que escondió a otro hombre que gustaba de niños y les tomaba para sí.
Se prendió una antorcha y todos esos hombres se tomaron de las manos.
Hicieron un muro frente a lo que llamaron: in-qui-si-ción al inversum.
Quiste del verso que balsea hacia el infierno o tierra,
al que después quieren asustar con alegorías sobre el limbo o el pecado o la manzada podrida, que todas las mujeres han cargado como condena de tener rosarios trenzados.
Esta es una carta de amor al verde
Y si eso conlleva la destrucción de panteone milenarios,
monumentos de marfil, de oro y de aire,
que así sea.
Que se caiga todo sobre ustedes y sobre sus sucias manos,
que introduzco en mi boca para bañarlas de vómito y más vómito.
Estoy lejos y la que sufrirá soy yo.
Todos se irán y yo también, por desgracia hoy no.
Y después de muchos...
No pedí estar ni muchas cosas.
No pedí nada.
Y no hubiera importado, como hoy.
Bueno, heme aquí.
Insatisfecha y agotada.
Triste y triste.
Esa palabra parece insaciable a la repetición,
una especie de deja vu,
es un asunto méramente taxonómico.
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