I. Post-it
Un día una boca de martillo me dijo "Ah, pero afuera...".
Nop, nopiti, nopiti, nop,
no le creí, ¿por qué cómo? ¿yo? ¿a mí?
Por favor...
Pero sí,
hubo un afuera que ha sido venenoso.
I. Instrucciones para extirpar el veneno
El primer paso es cuestionar la idea la instruccionalización del veneno porque la venenización de la extirpación aunque, proviene de la biología, es una construcción (la poca originalidad se consigue a la vuelta de la esquina o con enterarse que tiraron el muro de Berlín).
El segundo paso es memorizar el primero.
El tercer paso es no olvidar ni el primero ni el segundo.
El cuarto paso es lamerse las heridas,
así,
como se prefiera,
con cualquiera de las lenguas: las que hablan mal, las que se traban, las que lloran mucho, las que se enrollan, las que parece que no están pero sólo saben esconderse bien, entre otras lenguitudes.
La quinta pasada es, precisamente, dejar de pensar en "pasos.
La sexta pasada es sensibilizarse -mediante la revisión del paso uno, dos, tres y cuatro, así como en la pasada- con los martillos.
Sip, sipiti, sipiti, sip; están en cada paso y en las pasadas
(incluyendo ésta).
La séptima es repetir el cuarto paso las veces que sean necesarias.
La octava es auto-permitirse regresar a la séptima pasada cuando el corazón lo pida.
En caso de mimar demasiado al corazón, retornar a la quinta pasada.
La novena es dibujarse en una hoja de lineas,
otras de cuadros y una sin nada porque...
Pues a ver qué sale, hay que darse un brake.
La décima es quemar esta hoja y bailar alrededor del fuego;
inventar un ritual,
ser una alfombra voladora,
una munda que trota
o
simplemente
una buena carcajada con sabor a guacamole.
Un día una boca de martillo me dijo "Ah, pero afuera...".
Nop, nopiti, nopiti, nop,
no le creí, ¿por qué cómo? ¿yo? ¿a mí?
Por favor...
Pero sí,
hubo un afuera que ha sido venenoso.
I. Instrucciones para extirpar el veneno
El primer paso es cuestionar la idea la instruccionalización del veneno porque la venenización de la extirpación aunque, proviene de la biología, es una construcción (la poca originalidad se consigue a la vuelta de la esquina o con enterarse que tiraron el muro de Berlín).
El segundo paso es memorizar el primero.
El tercer paso es no olvidar ni el primero ni el segundo.
El cuarto paso es lamerse las heridas,
así,
como se prefiera,
con cualquiera de las lenguas: las que hablan mal, las que se traban, las que lloran mucho, las que se enrollan, las que parece que no están pero sólo saben esconderse bien, entre otras lenguitudes.
La quinta pasada es, precisamente, dejar de pensar en "pasos.
La sexta pasada es sensibilizarse -mediante la revisión del paso uno, dos, tres y cuatro, así como en la pasada- con los martillos.
Sip, sipiti, sipiti, sip; están en cada paso y en las pasadas
(incluyendo ésta).
La séptima es repetir el cuarto paso las veces que sean necesarias.
La octava es auto-permitirse regresar a la séptima pasada cuando el corazón lo pida.
En caso de mimar demasiado al corazón, retornar a la quinta pasada.
La novena es dibujarse en una hoja de lineas,
otras de cuadros y una sin nada porque...
Pues a ver qué sale, hay que darse un brake.
La décima es quemar esta hoja y bailar alrededor del fuego;
inventar un ritual,
ser una alfombra voladora,
una munda que trota
o
simplemente
una buena carcajada con sabor a guacamole.
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