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Mostrando las entradas de enero, 2016

Yo, chuburléanica.

Chuburná es el ombligo del mundo. Las cuadras -traducidas en pasos- me llevan a las iglesias y a los templos, que cantan y se esconden, luego se asoman entre árboles cuyos nombres, desconozco,                                                                                               y colores, colecciono. También me llevan, entre aceras agrietadas y montañas de piedra, al mercado, a la pozolería localista y al café que aparece los viernes y se va los domingos. Hay algunas bardas que me llegan a los hombros. Sus bordes se peinan con cristales de botella Así son los chubapaseos, laberínticos, como las direcciones y las etapas, muy pacman.  Ps: tengo una vida chuburléanica, cual tolok.

Venonismo

I. Post-it Un día una boca de martillo me dijo "Ah, pero afuera...". Nop, nopiti, nopiti, nop, no le creí, ¿por qué cómo? ¿yo? ¿a mí? Por favor... Pero sí, hubo un afuera que ha sido venenoso. I. Instrucciones para extirpar el veneno  El primer paso es cuestionar la idea la instruccionalización del veneno porque la venenización de la extirpación aunque, proviene de la biología, es una construcción (la poca originalidad se consigue a la vuelta de la esquina o con enterarse que tiraron el muro de Berlín). El segundo paso es memorizar el primero. El tercer paso es no olvidar ni el primero ni el segundo. El cuarto paso es lamerse las heridas, así, como se prefiera, con cualquiera de las lenguas: las que hablan mal, las que se traban, las que lloran mucho, las que se enrollan, las que parece que no están pero sólo saben esconderse bien, entre otras lenguitudes. La quinta pasada es, precisamente, dejar de pensar en "pasos. La sexta pasada es sensibilizarse -mediante

Normalidad

Extraño saber la normalidad y su sabor. Recuerdo mi librero lleno de certezas y a su jardín de inocentes soberbias. Sin darme cuenta que mis tardes eran libres, las aprisioné en nombre de la libertad. De repente tenía una cadena en los pies: compromiso-de-ser lo que (me) decía. No gozo de los privilegios para hacer lo contrario, ni que fuera hombre. Extraño repudiar la violencia y no ver caras, la seguridad de construir; pero nunca la tuve, nada se tiene. Las cataratas ya no me arrastran ni me golpean con sus caídas ni sus rocas; me evaporan. Ps: en serio la extraño.

Caribe

Pobre Caribe,                        te pudre quien te pudre porque no te quiere por tu sal. Tampoco quiere las vidas debajo de tus capas azules. No te quieren y yo sí, a la distancia,                                                           en el recuerdo,                                                                                   en la espera. De ti nací,                  mi vida es como el miedo de perder(te) aún más, Caribe. En ti,          en alguna de tus playas sin nombre o quizá en alguna poco pronunciada o aún por descubrir, moriré. Pd: mensaje desde una botella navegante.

La antropología me arruinó la vida

Mosaico estridente, 2016. I La antropología me arruinó la vida. No me preguntó si quería, sólo lo hizo. Ahora ni los colores ni las lenguas son como antes, tampoco las calles o las preferencias del gusto, porque el colonialismo, porque el racismo, porque la privatización, porque el heteropatriarcado, ..., etcétera. Las bromas se convirtieron en amenaza de bomba y las risas, de ser cascabeles o un chiste sonoro, se tornaron suscripción de "ismos". Abrí el telón de los binomios; ahora los veo, tan siquiera un poco mejor, pero no significa que convertirles en triángulo les haga tener tres lados. II La antropología me arruinó la vida con ganas. Me arruinó la vida que tenía y la que empezaba a tener; porque ahora yo neoconquistaba con las etiquetas, las objetivaciones, los sistemas de legitimaciónlegitimadoreslegitimizanteslegitimizables y me convertí en concursante de trabalenguas. La antropología me arruinó la vida porque me abofeteo. Me dijo

Posdata balcónica

Sur desobediente. En pleno invierno están naciendo unas bugambilias púrpuras a mi derecha. Aquí siempre es verano o primavera. A mi izquierda hay un jardín de un señor que ha ido vendiendo los terrenos de esta cuadra, que su abuelo sembró. Escuché que con el dinero de la venta cosechó un auto que le chocaron. Frente a mí hay un árbol que se rodeó al momento de construir esta casa blanca que los pájaros han ido pintando a su paso. Entre las hojas veo dos casas, una está hecha con piedras y en la otra hay dos perros que me ladran cuando camino por junto a la barda. En este balcón he cogido a dos que tres con locura, ternura y ternilocura. A este balcón han trepado un par de ladrones y un imbécil, de esos que habla de ciudades humanas y me persiguió por toda la calle, que habla sobre violencia de género y casi me golpea. Desde este balcón veo a un gato aventurero y más vagamundo que cualquier ser que haya conocido. Brinca de techo en techo. Parece sombra, así como yo cua