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Mostrando las entradas de abril, 2015

Desafiando a lo ridículo

Nos hacen creer -quienes quieran que sean- que lo ridículo es naturalmente ridículo, cuando puede tratarse de dimensiones de otros sentidos que podrían hacernos felices. Se trata de bailar como loque en la calle o imaginar que no hay calle, de cantar mientras usamos nuestras piernas como tambores y sumergirnos en la ridiculez, que se entiende como locura.

Fragmentos de "La cronología de los días y la inutilidad de mi te amo"

Te amo y con eso (¿eso?) no pretendo solucionar nada ni algo; si no hacer una intervención en la arena de tu vida, el mapa de tus instantes, las luces de tu risa y la constelación de tu dolor; que haga sentir que este lado y esta frontera, aunque permanece, sus límites son curvas y se cruzan entre los tuyos como cuando los dedos de tu mano se trepan en los espacios vacíos de la mía. Ay, tu mano, me duele que te duela porque... Parpadeas, bostezas, roncas, ruges, gritas, tocas.  Tiemblo. Sí, quizá sea terremoto, quizá tornado pero también mar.  Te amo y con eso (¿eso?) no pretendo solucionar nada; se trata de que somos líneas, ondas, lados y fronteras. Se trata de que avanzamos y algo se aleja. 

Conversaciones: lados y puentes

En algún lugar leí, creo que fue en el capítulo 62 -¿o 68?-, que los puentes no se sostienen de un solo lado. -Yo te diría que no tienes la más mínima idea de lo que es un puente. Corrijo, que sólo conoces una forma de puente. -Estoy poco interesad en discutir sobre los puentes pero, sean como sean, no pueden ser sólo de un lado.  -He visto de tres, cuatro, seis, diez lados... Si se puede de muchos, se puede de uno solo. -También se puede de dos.  -Se puede de uno. -Quizá ya no sería un puente. No todo tiene que ser un puente.  -Para mí sí es un puente.  - Ah, ¿por qué? -Trataré de dibujarlo.  -¿Quieres papel y pluma? -No. -¿Lápiz? -No, así está bien. Mira, aquí hay un lado y aquí hay otro.  -Ajá... -Ok... Hay dos lados; conste que lo estoy haciendo de dos porque dijiste que se podía de dos y sólo quiero demostrar mi versión tomando tu idea... Entonces, hay dos lados y se construye -poco impo

En búsqueda del fin de los martillos

A lxs habitantes de cuerpos Adentro La otra vez se te olvidó ponerle seguro a la puerta de tu cuarto y entré (ya era costumbre). Las cortinas eran negras y trataban de ocultar la ventana, había una luz tintineando; el piso estaba roto y los ladrillos cuarteados se clavaban en mis pies. Seguí caminando porque estaba buscando algo, aunque ni siquiera recordaba qué era. El dolor -¿había?- era muy silencioso o quizá así parecía porque llegaste y tu grito lo calló. Ese grito, como cualquier otro de los tuyos, reventó el cristal de la ventana y el espejo del tocador tembló, pero las cortinas seguían siendo negras, la luz aún tintineaba y los ladrillos cuarteados también se clavaban en tus pies. A mis tímpanos no les pasó nada, ya se las saben.  Entonces llegó él, con sus zapatos, sus puños y su boca de martillo. El foco se apagó, las cortinas todavía eran negras y el piso se movía -¿o yo era un terremoto?-. Los fragmentos de ladrillo brincaban y rebotaban contra sus martillos y cua

Introspecciones: salvación

En un mundo donde se penaliza "lo humano". Frente a un espejo. Acto I. La cruz Pero la cruz, esa pinche cruz que todos y todas, sí, todos y todas, cargamos. Ja, ojalá tan siquiera la cargáramos, la arrastramos. Marcamos en la pinche arena su rastro que es más nuestro, en la medida que poseemos a la cruz porque es nuestra aunque no queramos, aunque nos creamos los y las sin cruz. ¿Y esa cicatriz en nuestra frente? Ah, nada... Es ese rastro. La cruz de nuestros rosarios que nos trazamos frente al espejo, que se rompe porque pensamos que estábamos del otro lado. Pero sangramos mientras el espejo cruje.   Acto II. Llantos Esos chorros cayendo sobre los teclados, que electrocutan nuestros dedos. Así me enseñaron a compartir mis tristezas y mis enojos, pero siempre y cuando nadie me vea, de preferencia en un lugar oscurito. La única luz que se acepta es la de la pantalla, a través de la cual podemos vernos, más no tocarnos. Ah, ¡pero de eso se trata!, de