I. Pedazos de un triste yo que no supo ser
Huracán.
Tiemblo con tus vientos,
tus voces ocultas que narran sobre la imposibilidad de la ligereza,
la delicada coherencia de las venas,
la fragilidad del camino.
Frío.
Vacío.
Dolor.
Me rapta; me traga; me escupe.
II. Imaginario
Me difumino entre los dedos.
Me escurro en la mirada.
Extraño, pero ¿qué?
Mis ficciones del mar, la risa, la fogata;
de lo lejano, lo ajeno, el sueño;
de lo bueno, el deseo, la vida.
III. Dirección
La vibración de una cuerda de guitarra;
círculo de labios que cantan sobre heridas,
expectativas marchitas,
pétalos sin primavera,
cenizas de hoguera,
hombros agotados de cargar, la tierra y sus sueños;
que cuando se rompen, ahogan.
Diluvio
Rewind? No
¿Cuánto pesa la brújula? No
¿Está rota? Reglas
IV. Lugar
Esconderse, pero ¿dónde?
No hay casa,
pero sí rostros;
cansados,
viejos,
diferentes.
Llorar, pero ¿dónde?
Ser esquina para mirar los pasos,
escuchar el tránsito,
sacrificarse al silencio de una identidad de la que nadie hable;
que nadie recuerde ni extrañe.
IV. Redundancia
No me dan las letras ni las hojas ni las teclas.
No me da nada.
No tengo nada.
No hay nada.
No soy nada.
Nada de nada.
Ni nadie.
Huracán.
Tiemblo con tus vientos,
tus voces ocultas que narran sobre la imposibilidad de la ligereza,
la delicada coherencia de las venas,
la fragilidad del camino.
Frío.
Vacío.
Dolor.
Me rapta; me traga; me escupe.
II. Imaginario
Me difumino entre los dedos.
Me escurro en la mirada.
Extraño, pero ¿qué?
Mis ficciones del mar, la risa, la fogata;
de lo lejano, lo ajeno, el sueño;
de lo bueno, el deseo, la vida.
III. Dirección
La vibración de una cuerda de guitarra;
círculo de labios que cantan sobre heridas,
expectativas marchitas,
pétalos sin primavera,
cenizas de hoguera,
hombros agotados de cargar, la tierra y sus sueños;
que cuando se rompen, ahogan.
Diluvio
Rewind? No
¿Cuánto pesa la brújula? No
¿Está rota? Reglas
IV. Lugar
Esconderse, pero ¿dónde?
No hay casa,
pero sí rostros;
cansados,
viejos,
diferentes.
Llorar, pero ¿dónde?
Ser esquina para mirar los pasos,
escuchar el tránsito,
sacrificarse al silencio de una identidad de la que nadie hable;
que nadie recuerde ni extrañe.
IV. Redundancia
No me dan las letras ni las hojas ni las teclas.
No me da nada.
No tengo nada.
No hay nada.
No soy nada.
Nada de nada.
Ni nadie.
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